El siglo del Tío Ché
Antoni Gaudí termina La Pedrera, se hunde el Titanic, Robert Falcon Scott alcanza el polo Sur, nacen el escritor Pere Calders y Alan Mathison Turing, el padre de la ingeniería informática, y Dinamarca, Noruega y Suecia declaran su neutralidad en caso de guerra. Todo se remonta a 1912, año en el que Joan Iborra, primero de las cinco generaciones que han regentado la horchatería El Tío Ché, deja Valencia rumbo a Barcelona a la espera del barco que le debía llevar a Argentina en busca de un futuro.
La familia Iborra, ante su primer local en Barcelona. Foto: Ricard Cugat - El Periódico
Ante la demora, recorre las calles cercanas al mercado del Born con una mesita y una jarra con zumo de chufa. «Xe, prova», repetía. Así fue como los vecinos le empezaron a llamar tío Ché. Joan se enamoró de Barcelona, olvidó su sueño de cruzar el Atlántico y abrió una horchatería cerca del mar, en el paseo Nacional, hoy paseo de Joan de Borbó, donde también servía leche merengada con el típico sombrero negro y la ancha camisa de los valencianos.
Su nuera Jerónima lavaba la chufa, la molía, la licuaba, la batía, la colaba y enfriaba, y cuajaba los helados a punta de brazo y buenas muñecas. En los años 30, los Iborra encontraron un céntrico local en el Poblenou, un barrio animado y obrero con vida en la calle. Y allí se fueron con sus especialidades.
El Tío Ché celebra hoy y mañana su siglo de vida en plena Rambleta del Poblenou.
InverCor
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