jueves, 1 de junio de 2017

Horchatería Tío Ché

El siglo del Tío Ché

Antoni Gaudí termina La Pedrera, se hunde el Titanic, Robert Falcon Scott alcanza el polo Sur, nacen el escritor Pere Calders y Alan Mathison Turing, el padre de la ingeniería informática, y Dinamarca, Noruega y Suecia declaran su neutralidad en caso de guerra. Todo se remonta a 1912, año en el que Joan Iborra, primero de las cinco generaciones que han regentado la horchatería El Tío Ché, deja Valencia rumbo a Barcelona a la espera del barco que le debía llevar a Argentina en busca de un futuro.


La familia Iborra, ante su primer local en Barcelona. Foto: Ricard Cugat - El Periódico

Ante la demora, recorre las calles cercanas al mercado del Born con una mesita y una jarra con zumo de chufa. «Xe, prova», repetía. Así fue como los vecinos le empezaron a llamar tío Ché. Joan se enamoró de Barcelona, olvidó su sueño de cruzar el Atlántico y abrió una horchatería cerca del mar, en el paseo Nacional, hoy paseo de Joan de Borbó, donde también servía leche merengada con el típico sombrero negro y la ancha camisa de los valencianos.

Su nuera Jerónima lavaba la chufa, la molía, la licuaba, la batía, la colaba y enfriaba, y cuajaba los helados a punta de brazo y buenas muñecas. En los años 30, los Iborra encontraron un céntrico local en el Poblenou, un barrio animado y obrero con vida en la calle. Y allí se fueron con sus especialidades.

El Tío Ché celebra hoy y mañana su siglo de vida en plena Rambleta del Poblenou.

InverCor
Consultoría de comercios.

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